Una vez te dije o me dijiste, ya no lo recuerdo bien, que uno de los ingredientes que mantienen viva la llama del amor es no darlo nunca del todo por seguro.
Ahora que ya es tarde, mi vida, este poema -escrito en el avión que me aleja de ti, quizá para siempre- quiere ser, a la vez, promesa de amor y de no dar el tuyo nunca por supuesto. Promesa de que cada mañana será como la primera que amanecí a tu lado y cada noche como aquella que creímos que nunca más nos volveríamos a ver.
Mañana, amor, cuando amanezca,
serás mi primer y gozoso pensamiento.
Mañana, amor, cuando amanezca,
te cubriré con sábanas de seda
para que el frío de la aurora no perturbe tu sueño.
Cortaré flores del jardín
y adornaré cada rincón de nuestra casa con ellas.
Recogeré agua fresca de la fuente
y prepararé tu baño con sales perfumadas.
Mañana, amor, cuando amanezca,
quemaré sándalo en los pebeteros
de la galería y la sembraré de pétalos de rosas.
Y besaré suavemente tus labios
cuando despiertes con las primeras luces del alba.
Mañana, amor, cuando amanezca,
serás mi primer,
mi único,
mi gozoso pensamiento.
Tenerife, Agosto de 2009
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