viernes, diciembre 02, 2005

El pijama

Cuando abrió la lavadora para tender la colada, casi se le hiela el corazón. El pijama de quirófano blanco de María se había vuelto rosa, rosa fuerte, casi violeta. Había pasado la mañana arreglando la casa y puesto un par de lavadoras. Queria que ella se encontrara todas las faenas hechas cuando llegase del congreso de Barcelona.

¿Cómo se le podía haber colado el pijama entre la ropa de color? Recordaba perfectamente haberla repasado un par de veces. Pero no era momento de lamentarse. María regresaba al día siguiente y aún tenía tiempo de arreglar el estropicio.

Bajó a la tienda y compró la botella de lejía más grande que encontró. Eso sí, perfumada y para lavadoras, la misma que usaba su mujer. Primero probó con el programa de aclarado y blanqueado y un buen chorro de lejía. Al cabo de media hora, el pijama salía de la lavadora prácticamente tan rosa como al principio. Minutos mas tarde la prenda se hundía en la bañera bajo dos palmos de agua hirviendo y lejía en abundancia. Si aquello no eliminaba el color rosa, nada lo haría. Aquella noche soñó con pijamas blancos que giraban a su alrededor hasta enroscársele en el cuello y convertirse en serpientes violetas que lo asfixiaban.

A la mañana siguiente se despertó muy temprano. Corrió al baño a ver cómo estaba el pijama. El malva casi había desaparecido, pero aun quedaba un tono rosa que tenía aspecto de ser muy difícil de quitar. Echó más lejía y más agua caliente, pero unas horas después estaba claro que el leve tinte rosa iba a permanecer allí por mucho, mucho tiempo. Su mujer estaba al llegar y ya solo le quedaba esperarla, confesar lo sucedido y rogar porque no se enfadase demasiado. Al fin y al cabo, lo ocurrido había sido un accidente y el pijama casi había quedado del blanco original.

María apareció sobre las nueve de la noche. Venía cansada y traía unos regalos para el y los niños. Estuvieron charlando del fin de semana, del congreso, de Barcelona... y del nuevo quirófano inteligente que estrenaban al día siguiente en el hospital, equipado con unos sensores de movimiento sensibles al color y para el que María había teñido de rosa, casi violeta -con un tinte natural carísimo, ¿sabes, cielo?- uno de sus pijamas.

Sevilla, Diciembre de 2005