lunes, septiembre 08, 2008

Atardecer en Septiembre

Te acercas por el sendero, entre los árboles que unen sus ramas en lo alto. Vienes riendo y no puedo evitar contagiarme. Estas bellísima con tu vestido nuevo y el cabello revuelto por el aire fresco de las últimas tardes de verano.

Caminas despacio, sin prisa, como si la noche nunca fuera a llegar. En la mano derecha llevas tus sandalias azul turquesa y tus pies descalzos apenas parecen rozar el suelo. Ríes otra vez y jugando a avergonzarte, bajas por un instante la mirada. Al levantarla de nuevo, tus ojos, de un verde oscuro casi negro, reflejan los últimos rayos del sol, que travieso, no quiere irse del todo.

Me tomas de la mano y me llevas contigo. Cruzamos la puerta del palacio cuando la penumbra ya ha invadido el jardín y una ligera brisa agita las hojas secas esparcidas por el suelo. Un búho ulula un par de veces, asustado, mientras a lo lejos suenan los primeros compases de la orquesta.

El baile acaba de empezar.

Sevilla, Septiembre de 2008

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Si a mí me escribieran algo así, tendría que replantearme muchas cosas...
:-)

Anónimo dijo...

es curioso, yo asistí casi en directo (a través de mail) a la redacción de este cuento.

mu fonito, JF

Anónimo dijo...

"Me tomas de la mano y me llevas contigo. Cruzamos la puerta del palacio cuando la penumbra ya ha invadido el jardín y un ligero viento agita las hojas secas esparcidas por el suelo. Un búho ulula un par de veces, asustado, mientras a lo lejos suenan los primeros compases de la orquesta.

El baile acaba de empezar."

Cruzamos rápidamente el largo pasillo, nos ponemos el delantal y comenzamos a repartir las bandejas con los manjares reales por las mesas del salón de baile. ¡¡Otro día que sigo siendo Cenicienta!!

José Félix dijo...

Es un bonito final alternativo. ¡Me gusta!

José Félix dijo...

¿Quien eres, desconocido o desconocida?

Isabel dijo...

aaa una pequeña joya este relato. Tal vez te extrañe que me parezca especial pero el bello lenguaje en que está escrito y la livieza de la historia me trajo a la mente algunos de los magistrales poemas de Tagore (para eso aun te queda, eh? no te vayas a poner muy gordo :-p):

"Yo no pedía nada. Me quedé de pie en el lindero del bosque, detrás del árbol.
Los ojos de la aurora apenas se habían entreabierto y el rocío estaba en el aire todavía.
El perezoso aroma de la hierba flotaba en la neblina que planeaba sobre la tierra.
Para ordeñar la vaca con tus manos tiernas y frescas como la mantequilla, estabas bajo el platanero.
Yo no me movía.
No dije una palabra, sólo el pájaro cantó, escondido en la espesura.
Las flores del mango caían sobre el camino del pueblo, y las abejas, una tras otra, acudían a zumbar a su alrededor.
Cerca del estanque se abrió la puerta del templo de Shiva y el adorador inició sus cánticos.
Tú, con la jarra en las rodillas, ordeñabas la vaca.
Yo seguía de pie, con mi cántaro vacío.
No me acerqué a ti.
El día despertó con el sonido del gong del templo.
Los rebaños levantaron el polvo del camino.
Las mujeres volvían del río llevando en la cadera las cántaras rumorosas.
Tus brazaletes tintineaban y la espuma de la leche se derramaba de tu jarra.
Transcurrió la mañana, y no me acerqué a ti."
(R. Tagore, poema nº 13 de "El Jardinero")