Lo vi ayer, mientras desayunaba a media mañana, en una pausa del trabajo. Hacía mucho frío, y él -muy delgado, con pantalones de leopardo, camiseta llena de agujeros y una cresta de color azul eléctrico- temblaba sentado en el suelo tejiendo pulseras de cuero que vendía por un euro. No pude evitar pensar que hace mucho tiempo debió ser un bonito bebé, de mirada feliz y tez sonrosada. Y sentí miedo, por él, por mis hijos y por mí también. Por la inocencia y las ilusiones perdidas en una calle de una ciudad cualquiera, a golpe de hambre y de frío, esperando tan solo el nuevo día, o quizás el mismo, repetido una y otra vez.
Sevilla, Diciembre de 2006
miércoles, diciembre 13, 2006
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1 comentario:
Josefillo...pasé por acá y me gusta mucho tu post, qué será de esas pobres criaturas, al igual que tú , me duele enormewmente verlos en las calles.
Un abrazo.
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