Fuiste la Portadora del Fuego hace once mil años, cuando aun los hombres no eran hombres y durante largo tiempo yo fui tu guardián. Y te encontré de nuevo en Babilonia, donde los sabios desde sus altos zigurats descubrian el cielo, los planetas y las estrellas. Y entonces eras Ishtar, la Diosa de la Llama y del Amor que hechizaba a los hombres que se acercaban trémulos a tu templo. Y yo, que ya te conocía y te adoraba desde hacía siglos, sonreía y callaba mi secreto.
Y fuiste Circe, la del dorado cabello, que me embrujó por siete años y casi me hizo desistir de mi empeño por volver a Ítaca. Y luego fuiste Venus, y te vi nacer de entre las aguas y hubiera dado todo mi Imperio por un beso tuyo.
Y siglos más tarde te reencarnaste en una maga del medievo y no tuviste que aprender nada, porque tu sabiduría venía de muy antiguo y la heredaste de tus antepasadas. Y brillaste en los salones del Dieciocho y a tus pies nos inclinamos reyes y sabios, hombres y emperadores.
Y ahora, cuando ya nadie cree en nada, te reencarnas de nuevo en la hechicera rubia que conoce todas las estrellas y sabe cuando sale la Luna. Y solo algunos, los que pertenecemos en secreto a la cofradia antigua de los Iluminados, lo sabemos y callamos y caemos bajo tu embrujo, como lo hemos hecho desde hace milenios.
Porque te reconocemos en cuanto te vemos. Diosa del Fuego, Portadora de la Llama, Ishtar, Circe, Venus, Hechicera, Señora de los Hombres e Hija de las Estrellas.
Sevilla, Mayo de 2010
3 comentarios:
Bellísima entrada, llena de poesía, de hondura y de sabiduría ancestral. Saludos cordiales.
Y de amor, de mucho amor, también...
¡que bonito!
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