No recuerdo mucho de aquel dia. Solo el picor y el calor que daba aquel jersey amarillo de lana de cuello alto que mi madre nos puso a mí y a mis dos hermanos. Todos vestidos iguales, con esos pantalones cortos a cuadros tan típicos de los niños de los sesenta que apenas pasaban de las ingles.
¡Ibamos a la playa! y supongo que sería invierno o primavera y que en Sevilla haría frio. Pero cuando llegamos a Isla Cristina, el calor era sofocante y tan solo me ha quedado aquella sensación de agobio, de no querer jugar en la arena, de estar deseando subir al coche y regresar cuanto antes a casa.
¡Imagínate, nosotros que apenas habíamos visto el mar! y yo solo quería volver y quitarme aquella terrible prenda que aún hoy, casi cuarenta años despues, me sigue picando cuando la recuerdo.
Sevilla, Enero de 2010
1 comentario:
A veces ocurre que cosas en apariencia banales nos estropean el día o, en este caso, la experiencia de disfrutar de la playa. Quizá por eso nos confundimos tanto con los niños... Saludos cordiales.
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