Ella le dijo una vez que le gustaban, sobe todo, los hombres sencillos. Y el, pobre enamorado, no sabía si podría serlo. Por más que lo intentaba, no lograba la sencillez. En su vida había claros y oscuros, miedos y atrevimientos, alegrías y penas y pequeñas y grandes incongruencias.
El sabía con seguridad, en cambio, que le gustaba aquella foto antigua, de hacía dos o tres años, donde ella estaba rodeada de gente. Le gustaba su pose relajada, como si la hubiesen fotografiado sin que se diese cuenta, ajena a todo excepto al puente al que se asomaba, con una mochila al hombro que le hablaba de viajes y aventuras, de curiosidad por lo que hubiera ahí fuera.
Y es que ni para decirle que la amaba, le salía la sencillez.
El sabía con seguridad, en cambio, que le gustaba aquella foto antigua, de hacía dos o tres años, donde ella estaba rodeada de gente. Le gustaba su pose relajada, como si la hubiesen fotografiado sin que se diese cuenta, ajena a todo excepto al puente al que se asomaba, con una mochila al hombro que le hablaba de viajes y aventuras, de curiosidad por lo que hubiera ahí fuera.
Y es que ni para decirle que la amaba, le salía la sencillez.
Sevilla, Noviembre de 2012