La llevó hasta la cama y le quitó las mallas negras y ella le ofreció sus pechos grandes. La mujer tenía la lengua áspera por el alcohol. Se besaron con prisa descontenida. Ella quería que él le acariciara la cara, se moría porque él le acariciara la cara, gimió cuando por fin él le acarició la cara.
Se quitó las bragas y tomó sus manos y llevó sus dedos dentro de ella, muy dentro de ella. Él la abrazó contra su pecho mientras sentía en sus manos agitarse el calor de su sexo. Luego besó su vientre y se detuvo sorprendido en el piercing del ombligo. - ¿Tienes un piercing en el ombligo?- se rió y la miró curioso.
Se quitó las bragas y tomó sus manos y llevó sus dedos dentro de ella, muy dentro de ella. Él la abrazó contra su pecho mientras sentía en sus manos agitarse el calor de su sexo. Luego besó su vientre y se detuvo sorprendido en el piercing del ombligo. - ¿Tienes un piercing en el ombligo?- se rió y la miró curioso.
Sin esperar respuesta hundió la boca en su sexo y ella agarró su cabeza y él le hizo el amor sin penetrarla, -niña, esta noche no va a poder ser- se había reído él un rato antes casi a carcajadas.
Cuando terminaron, durante mucho rato trazó dibujos con sus dedos sobre los pechos, el vientre, las piernas, la espalda de ella. La mujer suspiraba y se apretaba contra él con los ojos cerrados. Nunca había conocido a nadie con tantas ganas de ser acariciada. Un escalofrío de ternura lo atravesó cuando comprendió, de pronto, que esa noche los dos habían estado haciendo el amor.
Sevilla, Diciembre de 2012
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