Para Ángel V.
- ¡Las piezas, las piezas!... ¿Cuándo vas a entregar las piezas?
Los sonidos, que parecían venir de muy lejos, hicieron que despertara de su ensoñación. Enfrente, Miguel le gritaba, y recordó que estaban en el restaurante, en el almuerzo de trabajo.
El domingo cumpliría cuarenta y un años, y ya había perdido la cuenta de las comidas fuera de casa, las discusiones por los plazos de entrega y las negociaciones de los precios de venta.
Se levantó, y muy despacio, se quitó la corbata y la dejó encima de la mesa, junto al móvil corporativo y las llaves del coche.
- Miguel, ni sé cuándo se van a entregar las piezas, ni ya me importa.
Mientras se dirigía a la puerta del restaurante, una gran sonrisa fue apareciendo en su cara. Por fin, después de tantos años, era libre.
Sevilla, Abril de 2005
viernes, abril 29, 2005
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