Amanece. El viento congela mis manos y me hiere la garganta. Duele cada golpe de los pies contra el suelo persiguiendo figuras borrosas en la niebla.
Atravieso un túnel sin fin que se cierra tras de mí mientras avanzo. Apenas se oyen los ruidos del campo, amortiguados por la niebla, y me invade una sensación de irrealidad. Ya he olvidado el tiempo y la distancia y siento que las fuerzas me abandonan...
Pero se que esta vez no voy a perder frente al único rival que me importa, el que en mi interior me ordena a cada paso que me detenga.
Sevilla, Diciembre de 2004
lunes, diciembre 27, 2004
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