Ella siempre de negro, él siempre de blanco.
Se buscaron por toda la ciudad. En los parques, tras los setos descuidados, junto a los bancos escondidos, cerca de las fuentes donde beben sedientas las golondrinas en verano. Cruzaron viejos puentes, tranquilos paseos y frondosas arboledas. Visitaron olvidados museos, vacías iglesias, el solitario Jardín Botánico y el ruinoso convento del Carmelo.
Ella siempre de negro, él siempre de blanco.
Se buscaron en mitad de la noche y en el caluroso mediodía. Recorrieron avenidas llenas de luz y ruidos, callejuelas vacías, sórdidas esquinas y oscuros callejones. Se buscaron en invierno, después de cada nevada y en otoño, bajo la fina lluvia. Se buscaron en las tardes de primavera y en las cálidas noches de verano.
Ella siempre de negro, él siempre de blanco.
Una mañana, amaneciendo, se cruzaron en el paseo del río. Y no se reconocieron, porque por una vez, sólo por una vez,
el vestía de negro y ella iba de blanco.
Pero esta historia no termina aquí, querido lector. Te dejo imaginar si quizás más adelante, cualquier mañana de invierno, cualquier noche de verano, los dos se encontrarán y esta vez sabran con toda certeza, al cruzarse, que son quienes buscaban desde hace tanto.
Sevilla, Septiembre de 2008
Se buscaron por toda la ciudad. En los parques, tras los setos descuidados, junto a los bancos escondidos, cerca de las fuentes donde beben sedientas las golondrinas en verano. Cruzaron viejos puentes, tranquilos paseos y frondosas arboledas. Visitaron olvidados museos, vacías iglesias, el solitario Jardín Botánico y el ruinoso convento del Carmelo.
Ella siempre de negro, él siempre de blanco.
Se buscaron en mitad de la noche y en el caluroso mediodía. Recorrieron avenidas llenas de luz y ruidos, callejuelas vacías, sórdidas esquinas y oscuros callejones. Se buscaron en invierno, después de cada nevada y en otoño, bajo la fina lluvia. Se buscaron en las tardes de primavera y en las cálidas noches de verano.
Ella siempre de negro, él siempre de blanco.
Una mañana, amaneciendo, se cruzaron en el paseo del río. Y no se reconocieron, porque por una vez, sólo por una vez,
el vestía de negro y ella iba de blanco.
Pero esta historia no termina aquí, querido lector. Te dejo imaginar si quizás más adelante, cualquier mañana de invierno, cualquier noche de verano, los dos se encontrarán y esta vez sabran con toda certeza, al cruzarse, que son quienes buscaban desde hace tanto.
Sevilla, Septiembre de 2008
7 comentarios:
Y después de leer esto... ¿de qué color me visto hoy? jajaja Me gusta.
Besos rati!!!
¡Hola, que alegría verte por aquí! Vístete justo del contrario que se vista el. Así seguro que aciertas.
Besos, JF
ya no me visto tanto de negro
zaragoza,valencia,madrid y no me merezco ni un triste poema,pense que fui algo mas
se ha borrado y no puedo acceder más a él
el contestador del movil es la muralla que puse entre tu y yo,mejor asi
mi barquito casi naufraga entre tus mares que espero que ahora ya estén en calma
aunque me encantaría hablar contigo(tengo mucha curiosidad por saber que has hecho estos años)no puedo,no sea que se levante temporal
un beso y gracias....ah! yo no comí callos
gracias de nuevo,algún día....
He encontrado esta página por casualidad y, probablemente, no volveré a entrar en ella, pero no podía irme sin decirte que tu historia me ha gustado mucho, y me ha enseñado más.
Gracias.
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