Para mi amiga Montse
Después de todo, no me vengáis con vuestras reglas. ¿Quien dijo que el amor tenía leyes, ocasiones y momentos? ¿Quien os concedió autoridad para juzgar lo que siento? ¿Os atreveréis vosotros que vivís a salvo tras la barrera? ¿Vosotros que teméis a la vida más que a un toro de Miura?
Me muero de amor. Me muero de soledad y de tristeza. Pero es mi amor, son mi vacío y mi pena. Y si me los he ganado, si lo he perdido todo, no os permito ni una sola mirada reprobatoria. Conozco bien vuestra feroz alegria disfrazada de conmiseración cuando quien que se atrevió a salir del redil regresa apesadumbrada.
Os miro y os veo tan decentes, tan buenos, tan blandos, tan torpes, tan absolutamente predecibles que se, de seguro, que uno solo de mis instantes de pasión vale más que la gris neblina de todas vuestras enteras e inútiles vidas.
Sevilla, Noviembre de 2013
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