Para Carmen, a la que quise mucho.
La cenefa del recibidor aguarda, nerviosa, tu vuelta; los cuadros del pasillo amanecen todas las mañanas torcidos, la agitación de la espera no les deja parar en toda la noche. El pájaro del batik de la entrada no hace más que revolotear en su jaula de madera y cristal, impaciente por tu llegada. La casa entera es un revuelo de sonidos, murmullos y trajines. Todos estamos ansiosos, preparándolo todo como el novio prepara la casa y el banquete antes de la boda y cuidando cada detalle, quitando esa arruga en la colcha del dormitorio, limpiando aquella manchita que casi no se ve en el sofá.
Y así pasan las horas y los días, las tardes y las noches y así, como un hombre que nunca ha conocido mujer, te aguardo para ser tuyo. Para que tu, por fin, seas mía.
Y así pasan las horas y los días, las tardes y las noches y así, como un hombre que nunca ha conocido mujer, te aguardo para ser tuyo. Para que tu, por fin, seas mía.
Sevilla, Julio de 2012
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