Para Antonio, compañero de charlas y carreras.
No vió llegar el golpe. Cuando recuperó el conocimiento se encontró sentado en el suelo, atado a un poste. A un par de metros, apenas visibles en la oscuridad, lo rodeaban en silencio unas sombras vestidas de andrajos, sucias y malolientes. Una de ellas se levantó y acercándose, lo degolló de un rápido tajo, sin crueldad y con destreza de carnicero. Esa noche habría carne fresca en el poblado de chabolas. Y él nunca llegaría a la manifestación contra el hambre.
Sevilla, Enero de 2005
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